Inauguración: 27 de Diciembre de 2011 Cierre: 28 de Enero de 2012
Registro fotográfico: Gustavo Nieto & Fausto Verón
Mariana Ferrari en RUSIA/galería
Que difícil escribir sobre la pintura de Mariana Ferrari, sobre todo después de los desmenuzamientos exhaustivos que Kevin Power – ese crítico de arte con nombre de actor porno- ya hizo sobre ella.
Yo conocía sus pinturas, las había visto en su casa y en su taller, en Buenos Aires. Las había visto -como las describe el crítico- “cargadas de deja vu”. Me parecieron también “lindas, juguetonas y amigables”. Inevi- tablemente, perturbadoras reapropiaciones de “felicidad apagada y seguridad amortiguada”. Pareciera que Power no dejara nada para decir.
Pero al ver otra vez estas pinturas en Tucumán, siento que algo nuevo provocan. A esto me quiero referir.
Fantaseo, tal vez para ponerme al resguardo de que estas imágenes me tomen el pelo, que este contexto despierta en ellas una potencialidad postergada. Las pienso como si hubieran sido hechas para ser colgadas, por fin, en las habitaciones de una casa de Barrio Sur devenida galería, donde sus “blandas” y “edulcoradas” pinceladas desenfunden su verdadero filo. Será porque en Tucumán el idilio no tiene tiempo de despertar sospechas antes de desdibujarse en violencia. Será porque acá resuena especialmente lo logrado del engaño, en proporción a lo visibles que son los hilos de los que pende. Ciertamente este contexto obliga a hablar de otra manera sobre “saciamiento” o “mediocridad”.
Pero al igual que en cualquier parte, la apariencia de extrañada localidad de estas pinturas se sienten como “golpes en el cuerpo”, sólo que apuntados a un lugar distinto que el “lóbulo de nuestras orejas”. Reciba el golpe.
Si lo hace verá que sorprende menos la intención de Mariana que su efectividad. Al punto de que a mí me parece que su trabajo está tan lejos de la “mala pintura”, como lejos está el saber anticipar una demanda de hacerle la vista gorda a la realidad. Y, a la vez, intuyo que esta anticipación justifica para Mariana su necesidad de desplazarse segura sobre la cornisa de la cual sí se desbarrancan los “malos pintores”.
La veo siendo precisa como estrategia. Será quizás porque nuestras “fronteras ficcionales” están mancha- das de sangre -real y fresca, lamentable literalidad- que echarle una mirada de cerca a la cara del gusto se transforma en tarea pendiente y necesaria.
-Por algún lado hay que empezar- Parecieran decir sus guiños.
Ahora me pregunto: ¿habrá andado Mariana por Famaillá en estos últimos años?. Debería.
Lo digo porque imagino a esta provincia como un rincón tal, que las ondas que lo arriban -sonoras imagíne- selas- se encajonan y se ven forzadas al intercambio de longitud por amplitud: se comprimen y se in- tensifican.
En el caso de las pinturas de Mariana le aconsejo que tenga usted mismo la experiencia de intentar “seguirles el canto”, pero no deje de escuchar sus encajonadas reverberaciones.
Como sea… no se pierda esta anonadante superposición de simulacros. Mariana Ferrari en Rusia Galería. Pintura distorsionante en una galería travesti. Presencie, en una casa de Barrio Sur, miradas cómplices que se cruzan en el reconocimiento mutuo de formas sutilísimas de proceder, y reconozca qué bueno que es que esto suceda.